En las últimas décadas hemos experimentado increíbles avances científicos y médicos, como la creación de vacunas para muchas de las enfermedades del mundo. Sin embargo, el cambio climático está alimentando la propagación de varias enfermedades infecciosas y agravando muchos otros problemas de salud. El aumento de la demanda unido a la falta de preparación de los sistemas sanitarios está creando una emergencia de salud pública. Tenemos una vacuna contra el sarampión desde 1963, sin embargo, los casos se dispararon en los dos primeros meses de 2022 en un 79%. El cambio climático no es solo una emergencia medioambiental, sino también de salud pública. Los factores del cambio climático también impulsan la transmisión de enfermedades, como la desigualdad y la urbanización. Los patógenos existentes están reapareciendo y los nuevos patógenos presentan nuevas complicaciones.
COVID-19 puso de relieve nuestra falta de preparación para una pandemia mundial y todavía nos estamos recuperando. Corremos el riesgo de sufrir otra crisis sanitaria para la que tampoco estamos preparados debido al cambio climático, a menos que avancemos de forma significativa para garantizar una asistencia sanitaria universal, asequible y de alta calidad. El cambio climático agrava las enfermedades existentes al tiempo que hace emerger otras nuevas. Se ha descubierto que la tuberculosis es una enfermedad sensible al clima, los cambios meteorológicos afectan a la transmisión; por ejemplo, los desplazamientos de población debidos a fenómenos meteorológicos extremos aumentan las tasas de infección. Un clima más cálido favorece la propagación de los mosquitos portadores de la malaria, lo que puede provocar más muertes por esta enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud prevé que entre 2030 y 2050 se produzcan cada año 250.000 muertes más sólo por malaria, estrés térmico, desnutrición y diarrea a causa del cambio climático. Los factores de vulnerabilidad se verán exacerbados por el cambio climático, como los socioeconómicos y los geográficos. A menos que limitemos el calentamiento global, cuestiones como la seguridad alimentaria y la calidad del aire se verán aún más perjudicadas. Los sistemas sanitarios tendrán que hacer frente a las consecuencias y, a menos que contemos con la capacidad en un sistema resiliente, no podremos afrontarlas.
Se han destacado varios riesgos sanitarios sensibles al clima, desde enfermedades relacionadas con el calor a enfermedades respiratorias, pasando por problemas de salud mental y zoonosis. Todo ello repercutirá en los centros sanitarios y afectará a los sistemas de salud. La mejora del acceso al saneamiento y la atención sanitaria, junto con los avances médicos, han reducido considerablemente la mortalidad y morbilidad mundiales de las enfermedades infecciosas. Además, la rapidez con que se desarrolló la vacuna durante la pandemia de COVID-19 demuestra las capacidades de la ciencia moderna.
Sin embargo, como ocurre con muchas vacunas y tratamientos, el acceso suele ser desigual, y muchas personas en todo el mundo no tienen acceso a una atención sanitaria de alta calidad. Las poblaciones del Sur Global luchan contra muchas enfermedades con una atención sanitaria y unos sistemas de salud desatendidos, y son estas poblaciones las más expuestas a las crisis sanitarias relacionadas con el cambio climático. La OMS y el Banco Mundial declararon antes de la pandemia que al menos la mitad de la población mundial carece de acceso a servicios sanitarios esenciales. Además, muchos de los que no tienen acceso a la sanidad básica tampoco tienen acceso a muchos otros servicios.
El futuro de la sanidad debe ser sostenible y resistente para afrontar los retos actuales y futuros. Es preciso abordar las disparidades entre países para garantizar que todo el mundo tenga acceso a una asistencia sanitaria asequible y de alta calidad. Para hacer frente a los riesgos globales, es necesaria la colaboración a escala mundial para aumentar la resiliencia. Tenemos que identificar y ampliar nuevas soluciones en lugar de confiar en las soluciones del pasado. El cambio de sistema, la colaboración y la innovación son nuestras mejores oportunidades para evitar y gestionar las crisis sanitarias.