Al reflexionar sobre la turbulenta trayectoria de nuestro planeta en 2023, es evidente que la implacable marcha del clima hacia los extremos ha seguido intensificándose, planteándonos retos sin precedentes y suscitando inquietudes alarmantes.
El año 2023 anunció su llegada con una serie de acontecimientos climáticos angustiosos. Los incendios forestales de Canadá ardieron ferozmente, arrojando un velo de humo no sólo sobre Estados Unidos sino llegando incluso hasta París, subrayando el alcance y el impacto mundial de tales calamidades.
La alarmante tendencia al aumento de las temperaturas persistió, culminando en septiembre con el registro de las temperaturas mundiales más altas jamás registradas. Con 16,38°C, se situó 0,93°C por encima de la media de septiembre de 1991-2020, lo que supone un asombroso aumento de 0,5°C respecto al récord anterior de 2020. Tales anomalías han situado a septiembre de 2023 como el mes más inusualmente cálido desde que comenzaron los registros en 1940.
Además, las temperaturas mundiales de este año han superado sistemáticamente los valores de referencia anteriores. El periodo enero-septiembre de 2023 registró temperaturas 0,52 °C superiores a la media, superando en 0,05 °C al año natural más cálido, 2016. Sorprendentemente, estas temperaturas se sitúan ahora 1,40 °C por encima de la media preindustrial del periodo de referencia 1850-1900.
Europa se llevó la peor parte de esta oleada de calor, destacando septiembre de 2023 como el septiembre más cálido jamás registrado. Con unas temperaturas 2,51°C superiores a la media de 1991-2020 y 1,1°C por encima del máximo anterior de 2020, el continente se enfrentó a una ola de calor sin precedentes.
En noviembre se alcanzó un hito alarmante: la temperatura de la superficie terrestre se elevó por primera vez a 2 °C por encima de los niveles preindustriales. Esto significa crudamente la brecha entre nuestro clima actual y la norma histórica de 1850-1900, un periodo que abarca casi toda la historia de la humanidad.
Las olas de calor sin precedentes no se limitaron al hemisferio norte, sino que causaron estragos en todo el mundo. Brasil registró temperaturas récord de 41,8°C en Cuiabá durante el invierno, mientras que Suiza registró altitudes bajo cero que superaron al pico más alto de Europa, el Mont Blanc. Además, Agadir (Marruecos) registró una temperatura abrasadora de 50,4 °C en agosto.
El Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA confirmó la devastadora realidad de que el verano de 2023 será el más caluroso de la Tierra desde que comenzaron los registros en 1880. Los meses combinados de junio, julio y agosto superaron todos los veranos anteriores en 0,41 grados Fahrenheit (0,23°C) y se situaron asombrosamente 2,1 grados F (1,2°C) por encima de la media entre 1951 y 1980. Esta ola de calor abrasador provocó incendios forestales y olas de calor mortales en todos los continentes, amplificando la urgencia de actuar contra el cambio climático.
Simultáneamente, surgieron tendencias preocupantes en nuestros océanos. La temperatura de la superficie del mar en septiembre superó los registros anteriores, alcanzando un máximo de 20,92°C entre 60°S-60°N, la segunda temperatura más alta en todos los meses desde que comenzaron los registros. Estas anomalías continuaron mientras las extensiones de hielo del mar Antártico se mantenían en mínimos históricos, subrayando el alarmante ritmo de disminución del hielo polar. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente destacó el aumento de las temperaturas en Florida y el Mediterráneo, que alcanzaron unos sofocantes 38°C y un récord de 28,7°C, respectivamente.
La necesidad crítica de una acción climática inmediata y global es más acuciante que nunca. Al concluir 2023, estos penosos registros climáticos sirven de toque de clarín para la cooperación mundial y la adopción de medidas urgentes para combatir el cambio climático antes de que nos enfrentemos a consecuencias irreparables.
Ahora es el momento de actuar.