La forestación y la reforestación son términos que se refieren al acto de plantar árboles para crear una zona boscosa. La reforestación consiste en plantar árboles en un bosque cuyo número ha disminuido o ha sufrido deforestación. Por su parte, la forestación se refiere al proceso de cultivar árboles en una zona que antes no los tenía, creando un nuevo bosque. Ambas prácticas son beneficiosas para el ecosistema local, además de reducir las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico, ya que los bosques pueden actuar como sumideros de carbono.
La principal motivación de la forestación es crear un nuevo bosque donde antes no había cubierta arbórea, o al menos en las últimas décadas (50 años según la CMNUCC). Se forma un ecosistema nuevo y diverso que, a su vez, aumenta el número de árboles en toda una zona. Las prácticas de forestación también pueden orientarse a reducir las inundaciones, la degradación del suelo y la erosión, o a crear cortavientos naturales. Aunque la creación de un bosque tiene numerosas ventajas, hacerlo desde cero puede entrañar muchas dificultades que requieren una planificación cuidadosa.
Al seleccionar una zona para plantar árboles, hay que asegurarse de que no se destruye otro ecosistema importante en el proceso. Por ejemplo, los pastizales pueden tener un ecosistema relacionado con un bioma específico que la plantación de árboles probablemente altere. Por lo tanto, los árboles deben introducirse a un ritmo lento para permitir cambios constantes en la fauna que habita la zona. Además, hay que plantar una mezcla de especies arbóreas, todas ellas autóctonas del clima. Esto es importante para evitar crear un monocultivo que atraiga a un número limitado de especies.
La reforestación es esencial para restaurar y repoblar los bosques existentes. Ayuda no sólo a aumentar el número de árboles, sino también a incrementar la variedad de especies dentro de la zona boscosa, mejorando así su biodiversidad. La reforestación puede utilizarse junto con la silvicultura sostenible, que consiste en talar un número limitado de árboles de un bosque, dejando intactas zonas importantes del mismo. Ambas prácticas han sido reconocidas como enfoques de mitigación, ya que contribuyen a alcanzar los objetivos de secuestro de carbono. También pueden ayudar a los ecosistemas a adaptarse al cambio climático reduciendo la fragmentación y disminuyendo la presión humana. De ello se derivan otros muchos beneficios, como evitar la degradación del suelo y proteger recursos naturales como el agua. Los bosques también pueden ser una red de seguridad para los seres humanos; por ejemplo, en épocas de malas cosechas, las comunidades pueden utilizar los proyectos de los bosques y el ecosistema que crean.
Aunque estas iniciativas tienen sus ventajas, si los árboles han sido retirados recientemente, puede resultar difícil devolver el ecosistema a lo que era antes, incluso si los árboles se plantan rápidamente. Los bosques son ecosistemas complejos que dependen de una cierta mezcla de especies arbóreas, entre las que a menudo se incluyen árboles de cientos de años. Por lo tanto, se necesitan muchos años para devolver un bosque antiguo a su estado anterior y alcanzar la anterior riqueza de biodiversidad que habitaba el bosque. La deforestación a gran escala debe evitarse en primer lugar, la reforestación y la forestación son soluciones una vez que el daño ya está hecho: más vale prevenir que curar.