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La brecha de emisión

Todos tenemos una huella de carbono, es un efecto secundario inevitable de la vida cotidiana. Sin embargo, el tamaño de la huella de carbono de cada persona varía drásticamente. Un estudio reciente ha descubierto que, en un año, el 1% de los que más ganan en el Reino Unido es responsable del mismo volumen de emisiones de gases de efecto invernadero que las que genera el 10% de los que menos ganan a lo largo de más de dos décadas. Esta drástica brecha en las emisiones la protagonizan los denominados «la élite contaminante«, cuyos estilos de vida intensivos en carbono alimentan la crisis climática. Las huellas de estas «élites contaminantes» son muy superiores a las de la mayoría de la población, incluso en los países desarrollados.

Un análisis de Autonomy sobre datos de gases de efecto invernadero entre 1998 y 2018 reveló que una persona con bajos ingresos tardaría 26 años en producir la misma huella que una «élite contaminante» genera en un año. El estudio también reveló que si hubiéramos empezado a gravar las emisiones de carbono de este 1% superior hace dos décadas, se podrían haber recaudado aproximadamente 126.000 millones de libras. Estos fondos podrían haber ayudado a las estrategias de mitigación y adaptación, como el aislamiento de los hogares más pobres, especialmente en situaciones como la actual crisis energética. Si este fondo hubiera estado presente durante las dos últimas décadas, casi 8 millones de hogares podrían haberse modernizado antes de la crisis energética.

Este déficit de emisiones se ha detectado en un momento crucial, ya que estamos a pocos días de la COP27. Muchos hogares están sufriendo la crisis del coste de la vida, esta brecha pone de relieve más que nunca que es necesario abordar la injusticia climática. Cada año, en el Reino Unido, menos de la mitad de la población toma un vuelo; en cambio, una quinta parte de los vuelos al extranjero son responsabilidad del 1%. La brecha no sólo se encuentra en el Reino Unido, esta diferencia puede observarse en casi todos los países. Este contraste entre los que menos contribuyen al cambio climático y los que más lo sufren es una tendencia común, que se observa sobre todo entre los países desarrollados y los países en desarrollo.

El estilo de vida influye mucho en la huella de carbono. Los viajes frecuentes al extranjero, una dieta rica en carne y las compras frecuentes generan mayores emisiones. Haciendo pequeños cambios en nuestra vida cotidiana, podemos reducir drásticamente nuestra huella de carbono, pero todos tenemos que marcar la diferencia. Se ha sugerido que la mejor manera de hacer frente a esta brecha de emisiones es gravar a quienes ganan bastante más que la media de la población. Proporcionaría una solución al desfase y la financiación necesaria para garantizar que el cambio climático se aborda de forma equitativa. Aunque nuestras pequeñas acciones cotidianas pueden marcar la diferencia, los mayores cambios deben venir de arriba y dirigirse a quienes son desproporcionadamente responsables de la emergencia climática.

La justicia climática y la justicia social deben abordarse simultáneamente si queremos marcar una diferencia significativa. A la espera de los debates de la COP27, esperamos que se aborden los problemas de desigualdad para contribuir a crear una sociedad y un planeta sostenibles.

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