La agricultura ecológica no se limita a evitar los pesticidas y los OMG, sino que puede contribuir a mitigar el cambio climático y ayudar a las explotaciones a adaptarse a él. Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura y la ganadería han aumentado un 14% desde 2001, hasta alcanzar los 5.300 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono. La agricultura ecológica puede reducir las emisiones liberadas durante la actividad agrícola, contribuyendo así a hacer frente al cambio climático. Se ha identificado una correlación directa entre el volumen de abono nitrogenado aplicado a las tierras agrícolas y las emisiones de óxido nitroso. Casi el 40% de las emisiones agrícolas de la UE son de óxido nitroso. Esto es especialmente preocupante, ya que 1 kilo de óxido nitroso tiene un impacto en la atmósfera 300 veces mayor que 1 kilo de dióxido de carbono.
La agricultura ecológica no utiliza fertilizantes nitrogenados sintéticos, sino que se centra en establecer ciclos cerrados de nutrientes minimizando las pérdidas por emisiones, escorrentía y otras vías. Los niveles de nitrógeno por hectárea en las explotaciones ecológicas son inferiores a los de la mayoría de las explotaciones convencionales, lo que contribuye a garantizar unos sistemas de producción sostenibles y respetuosos con el clima en los que podemos confiar.
¿Cómo se reducen las emisiones?
Como ya se ha dicho, la agricultura convencional utiliza grandes cantidades de pesticidas y fertilizantes sintéticos. La fabricación de estos productos químicos requiere un gran consumo de energía. Como la agricultura ecológica no utiliza estos productos químicos nocivos, el consumo de energía se reduce entre un 30 y un 70% por unidad de tierra. Estas reducciones energéticas también se deben a que las explotaciones ecológicas utilizan insumos internos, reduciendo a su vez el transporte y el combustible utilizado. Según un estudio, si todas las tierras de cultivo de Europa siguieran los principios ecológicos, podrían experimentar un descenso de las emisiones agrícolas del 40-50%, lo que permitiría a la población tener una dieta sana.
La agricultura ecológica almacena carbono en el suelo mediante prácticas como el uso de cultivos de cobertura y rotaciones junto con la devolución de los residuos de los cultivos al suelo, lo que significa que el carbono se devuelve al suelo. Más carbono almacenado en el suelo significa menos carbono en la atmósfera, lo que ayuda a reducir los niveles globales de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global y al cambio climático. Los suelos sanos ayudan a los cultivos a obtener los nutrientes que necesitan de la materia orgánica del suelo, como el nitrógeno y el fósforo, reduciendo la necesidad de fertilizantes perjudiciales.
El clima cambia constantemente, lo que significa que debemos adaptarnos constantemente. Los agricultores se enfrentan a muchos retos con la degradación del suelo, lluvias impredecibles y enfermedades y plagas nuevas o diferentes. La agricultura ecológica ayuda a las explotaciones a adaptarse, ya que evita la pérdida de nutrientes y agua gracias al alto contenido de materia orgánica del suelo y a la cubierta vegetal. Gracias a ello, los suelos son más resistentes a las inundaciones, los procesos de degradación del suelo y las sequías. La agricultura ecológica también preserva la diversidad de los cultivos, aumentando la resistencia a enfermedades y plagas. La diversidad ayuda a las explotaciones a desarrollar nuevos sistemas agrarios y a adaptarse a los cambios climáticos.
El cambio climático y el consumo de carne aparecen a menudo en las noticias; comer menos carne procedente de granjas ecológicas respetuosas con la naturaleza es la mejor opción, ya que se trata de una alternativa sostenible y mejor para el planeta. La agricultura ecológica favorece un enfoque de «circuito cerrado», en el que los animales de pasto desempeñan un papel importante, ya que utilizan lo que tienen a mano y, por tanto, reducen al mínimo la necesidad de importar recursos. Al esparcir su estiércol, los animales fertilizan la tierra, aportando nutrientes a las plantas y los organismos del suelo, eliminando la necesidad de fertilizantes y mejorando la salud del suelo. El ganado de pasto bien gestionado puede capturar carbono aumentando la capacidad de los pastizales para absorber dióxido de carbono de la atmósfera y mejorando la fertilidad del suelo.
La agricultura ecológica minimiza los riesgos para las explotaciones gracias a la estabilidad de los agroecosistemas y los rendimientos, junto con unos costes más bajos. La agricultura ecológica conecta nuestra salud con la de la fauna y el planeta. Al elegir la agricultura ecológica, usted apoya un sistema de cultivo que funcionará a largo plazo, contribuyendo a garantizar un planeta sostenible.